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EXPORTACION DE MICROEMPRENDIMIENTOS.

Trabajó en una consultora y una financiera. Aprendió todo lo necesario y se lanzó por cuenta propia. Con 27 años, Sandra Felsenstein, vio un nicho que la llevó a las páginas del prestigioso Financial Times.

Durante años, un deportista abrazaba el reconocimiento no sólo cuando se colgaba una medalla al cuello sino también cuando su rostro se convertía en la tapa de la revista El Gráfico. Un hito que, además de asemejarse a una caricia al ego, era casi una confirmación de camino bien emprendido. Esto mismo, aunque en el mundo de los negocios, ocurrió –y ocurre- para aquellos emprendedores que logran llevar su nombre e historia a las páginas del Financial Times, uno de los diarios económicos más importantes e influyentes del mundo. De eso puede jactarse Sandra Felsenstein, una ingeniera industrial de 27 años que creó Dinka, una firma que se encarga de nuclear a un pequeño grupo de diseñadores y artesanos para lograr, a cambio de una comisión sobre las ventas, que puedan abrir mercados en el exterior para sus productos de joyería contemporánea, accesorios e indumentaria.

«Esto era un nicho, algo que no lo estaba haciendo nadie. Los exportadores se interesan por otro tipo de productos, con rentabilidades altas y grandes cantidades. Y los diseñadores quieren que sus productos estén afuera, pero quieren evitar -por miedo a involucrarse en algún problema impositivo o legal o por prometer algo que después no pueden cumplir- toda esa parte que involucra a la exportación y comercialización. La idea, desde Dinka, es lidiar con esa etapa de la cadena», explica Felsenstein a Clarín.com.

Ocurre que los 30 proveedores con los que hasta ahora trabaja Dinka son emprendimientos unipersonales o de dos y tres personas, a lo sumo. ¿Y no hay entidades gubernamentales que también se ocupen de eso? «Las hay, pero no te hacen todo el trabajo. La cotización, el envío, la búsqueda de clientes, las tiene que hacer el artesano. Un poco por eso surgió la empresa», responde la ex empleada de la financiera Johnson & Johson.

Desde su creación, hace un año, la firma logró ventas por 20 mil dólares y que el pool de artesanos penetrara en Perú, Ecuador y Chile. «Ahora estamos empezando a trabajar más con Estados Unidos, donde alcanzamos un acuerdo con un distribuidor minorista en Texas. La meta para este año es llegar a Europa», agrega, al tiempo que asegura que «Argentina es considerado un país con muy buen diseño, de creaciones originales».

Con respecto a los obstáculos a los que se enfrenta, Sandra Felsenstein afirma que «es necesaria mucha inversión en marketing. Publicitar una marca en Europa tiene otros costos. También implica viajes, estadías y desfiles para conocer a los clientes. Como toda inversión, al principio es complicada». Pese a todo, la joven empresaria sueña con que en los próximos años la facturación alcance los cien mil dólares.

A tus proveedores, ¿los incentivás para que produzcan lo que a vos te piden o lo que creés que puede andar mejor?

Lo importante es mantener la esencia de cada diseñador. Como son obras de arte, tienen que nacer de quien las está haciendo. A veces les aconsejamos, si piden la variación de una pieza o si gusta mucho un material en algún lugar, que lo hagan. Pero no cambiamos el estilo de cada joyero o diseñador. Sí buscamos, dentro de lo artesanal que es todo, estandarizarlas un poquito para simplificar el pedido y para que se pueda repetir.

¿Qué te hace pensar que treinta es el número ideal de proveedores?

No sé si es el número ideal, pero por ahora, es un buen número y es el que podemos manejar. La idea tampoco es crear una mega empresa de la noche a la mañana porque es cuando surgen los problemas. Me parece que estamos en un número que nos permite tener una oferta amplia, sin desbordarnos. Somos 4 personas: un socio capitalista y otras dos personas que trabajan pero que no están asociadas.

¿El costo de producción es menor acá que en otros países?

Definitivamente. En Europa nos buscan por tener un buen diseño y a precio accesible. En Latinoamérica no somos tan accesibles, pero hay clientes que lo pueden afrontar porque nos ven como un sitio de diseño extraordinario.

¿No estabas más tranquila, con menos problemas, en la financiera o en la consultora donde trabajaste?

Siempre me interesó tener un emprendimiento propio. Al pensar en las industrias que me gustan, como el diseño y la moda, me di cuenta de que había un nicho y me pareció bueno sumarme sin estar yo diseñando. Y así es que empecé a coordinar a todo un grupo de diseñadores desde la parte comercial y financiera, que es la que más conozco.